Neurodidáctica: la disciplina que promete cambiar la educación

Hay muchas tendencias educativas que prometen preparar a los jóvenes para el futuro, pero la Neurodidáctica demuestra que realmente puede cambiar la educación

Neurodidáctica: la disciplina que promete cambiar la educación.

En el área de la Educación existen cientos de tendencias, recursos y disciplinas que prometen un cambio drástico respecto a cómo son formados los estudiantes, pero pocas que realmente pueden cumplir los milagros que profesan. La Neurodidáctica destaca, justamente, porque promete cambiar la educación y al mismo tiempo demuestra que realmente puede hacerlo.

¿Qué es la Neurodidáctica? Puede definirse como una disciplina que se ocupa de estudiar la optimización del proceso de enseñanza a partir del desarrollo del cerebro, y de la utilización de todo el potencial que este puede ofrecer. En otras palabras, busca que los alumnos saquen el mayor provecho posible a su cerebro para que logren aprender lo que sus docentes buscan enseñarles; y al mismo tiempo que los docentes sepan dónde hacer énfasis para lograr el aprendizaje que desean generar.
Gracias a la intervención de la ciencia y las máquinas de neuroimagen, los científicos pueden visualizar la actividad cerebral de los estudiantes mientras estos realizan distintas tareas y así determinar cuáles son más decisivas para su aprendizaje. De este modo, tanto docentes como pedagogos poseen una nueva herramienta para planificar sus clases, los contenidos que dictarán y las técnicas que podrán utilizar para que el aprendizaje de sus estudiantes sea más efectivo.




Para aprender hay que emocionarse

El principal descubrimiento que la neurodidáctica ha aportado a la Pedagogía es el hecho de que para aprender los estudiantes necesitan emocionarse. Esta afirmación surgió con las conclusiones que obtuvo un equipo de investigadores del Massachusetts Institute of Technology en Boston en el 2010 al estudiar la actividad eléctrica del cerebro de un estudiante por 24 horas durante una semana completa. Este experimento permitió demostrar que el modelo pedagógico centrado en el estudiante como receptor pasivo no lograba motivar al estudiante ni concentrar toda su atención en una tarea, por lo tanto, estos investigadores concluyeron que para aprender el cerebro necesita emocionarse.
Este y otros experimentos permitieron demostrar que al adquirir información nueva el cerebro procesa los datos desde el hemisferio derecho, que se relaciona más con las imágenes y la creatividad, por lo que las palabras no tienen una gran incidencia cuando lo que se quiere es enseñar algo nuevo. Gracias a este descubrimiento, la neurodidáctica logró demostrar a los docentes que cuando se busca transmitir información nueva lo mejor es evitar las largas charlas y emplear recursos visuales en la clase.
En el caso de España, las estimaciones han indicado que en la Educación Primaria el 50% del tiempo de clase se dedica a transmitir información de forma verbal, en Educación Secundaria este promedio sube hasta el 60% y en Bachillerato casi del 80%. Por lo tanto, los docentes españoles deben enfrentar un cambio rotundo si buscan seguir las recomendaciones de la neurodidáctica, y buscar estrategias educativas que les permitan sustituir las clases magistrales por mapas conceptuales, gráficos interactivos y vídeos que inciten a la participación del estudiante.




Los “neuromitos” que rodean a esta disciplina

Aunque todo parece indicar que el hecho de poder monitorizar la actividad cerebral y comparar sus cambios mientras se realizan diferentes tareas podría ayudar de gran manera a los docentes, la realidad demuestra que también puede perjudicarlos. Esto ocurre cuando los hallazgos de la neurodidáctica se interpretan de forma errónea, generando los denominados “neuromitos”.
Crear estrategias pedagógicas basadas en los neuromitos puede ser muy peligroso, por eso, compartimos cuáles son los más comunes y explicamos por qué deben ser considerados como mitos:


Mito #1: Si las enseñanzas que recibimos se corresponden con nuestro estilo de aprendizaje, aprenderemos mejor

Este mito se basa en la teoría de los distintos tipos de inteligencia, y postula que, por ejemplo, los alumnos con inteligencia visual aprenden de mejor forma con vídeos e imágenes. Sin embargo, los descubrimientos de la neurodidáctica únicamente han demostrado que emplear el tipo de inteligencia que posee el alumno como método de enseñanza puede favorecer su aprendizaje, lo que no quiere decir que se deban eliminar los otros métodos. El funcionamiento del cerebro hace que las diferentes regiones se mantengan conectadas, por lo que un estudiante visual también necesitará manipular objetos o recibir estímulos escritos para alcanzar un aprendizaje óptimo.


Mito #2: Los niños que escuchan música clásica son más inteligentes

Es cierto que aprender a tocar un instrumento musical permite desarrollar la motricidad, la audición y otras tantas habilidades, pero no por ello puede decirse que un estilo musical en particular puede generar tal efecto. Este mito es denominado como “el efecto Mozart” surge de la malinterpretación de un estudio de la Universidad de California, que postuló que este tipo de música podría reforzar los procesos creativos y mejorar la concentración.
Este mito fue derribado por un grupo de investigadores de la facultad de Psicología de la Universidad de Viena, que analizaron decenas de investigaciones vinculadas al denominado “efecto Mozart”. Con este análisis comprobaron que en ninguno de los casos los estudiantes habían presentado mejoras en sus habilidades cognitivas o incrementos en su coeficiente intelectual.

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